Los Cronopios nunca mueren

Un texto de Cortázar titulado: “Burla burlando, ya van seis delante”, dice así: Más allá de los cincuenta años empezamos a morirnos poco a poco en otras muertes. Los grandes magos, los chamanes de la juventud, parten sucesivamente. Llega el día -cada cual tendrá sus sombras queridas, sus grandes intercesores- en que el primero de ellos invade horriblemente los diarios y la radio. Tal vez tardaremos en darnos cuenta de que también nuestra muerte ha empezado ese día. Aquellos creadores cuyos nombres siguen enseguida, son mis sombras queridas, mis grandes intercesores. No son necesariamente los más grandes de una determinada época. Son aquellos que, cuando leí la noticia de su muerte en los diarios, me sentí, como Cortázar, un poco menos vivo.

  • Horacio Ferrer
  • Augusto Roa Bastos
  • Rafael Alberti
  • Adolfo Bioy Casares
  • Antonio Agri
  • Akira Kurosawa
  • Narciso Yepes
  • Pablo Picasso
  • Marc Chagall
  • Vinicius de Moraes
  • Alfredo Zitarrosa
  • Juan Carlos Onetti
  • Jorge Luis Borges
  • Julio Cortazar
  • Andrés Segovia
  • Osvaldo Pugliese
  • Pablo Neruda
  • Astor Piazzolla

Fito


Sucedió ayer. Eran como las nueve y yo hacía lo de siempre a esa hora: leía y contestaba correo, personal y corporativo, como un autómata preprogramado para eso. Estaba en casa, solo como es habitual porque rara vez Federico llega antes de que yo me vaya a dormir. Por eso prendo la televisión que nunca miro, pese a que ofrece más de cien canales. Para que el ruido a mis espaldas me haga compañía desde el background. Mamé hacía exactamente lo mismo, así que supongo que lo heredé de ella. La vieja no sabía ni qué estaban pasando y la criticábamos por eso. Claro, no sabía yo que un día haría otro tanto. Intercambiaba correos con alguno de ustedes, cuando de pronto escucho acordes y un timbre de voz que identifico y reconozco y me emocionan. De pronto cesa el ruido que el veloz, casi vertiginoso desplazamiento de mis dedos genera sobre el teclado para que mis antenas puedan poner foco. Es él. Sí, uno de los más grandes músicos argentinos vivos. La versión musical de Borges. El Caetano argentino. Y si Ud. cree que estas dos comparaciones son ligeras, es que no siente igual que yo. Cantaba "Vengo a entregar mi corazón" a capella en el salón Blanco de "la casa de todos" (como él mismo definió a la Casa Rosada, donde estaba tocando en vivo).
No sé si alguna vez hice adecuado uso de la tecnología sonora en la que he invertido. Pues ayer la usé plenamente. Apreté un botón aquí, otro allá y el sonido de su voz tan especial comenzó a salir por mis espaldas y por mis huesos, por mi mente y por mis recuerdos. La mejor música del mundo entraba a través de la piel, me acunaba, me envolvía. Y a ese tema siguieron otros. Y me encontré gritándole "otra, otra" como si él estuviera cerca mío, como si yo no estuviera solo. Algunos de ustedes lo saben, porque una vez lo conté en algún texto: cuando elongo luego de entrenar lo hago con su música, no con otra. Es una rutina, una costumbre. Los profesores del gimnasio lo saben: no importa lo que estén escuchando, cuando llega mi hora de elongar, es él quien ocupa el espacio sonoro. Son las ventajas de haber sido uno quien hizo el gimnasio, se puede permitir ciertas libertades. Yo nunca me otorgo privilegios económicos algo que considero de corruptos, sino estos, los que para mí cuentan.
Al igual que Serrat, él sabe perfectamente cómo debe terminar un concierto. Serrat entiende que no puede ser su último tema otro que Lucía y siempre, pero siempre termina con él. Este barbudo incipiente sabe que no puede terminar de otra manera que con el tema que tenemos en común con mi hijo Federico. "Tema de Piluso" Claro que sí. Hay que ser argentino y conocer Rosario para entender cabalmente esta canción. Porque de qué otro modo explicarle a la gente lo que significa esa ciudad, lo que fue el Capitán Piluso, el tamaño de Alberto Olmedo, lo que es la merienda en la vida de un niño.

Tu vida fue una hermosa vida
Tu vida transformó la mía

Yo lloraba solo, por esa incorregible tendencia a emocionarme que tengo, algo totalmente inapropiado para la imagen de coronel del PEL que diariamente procuro vender y construyo con tanto esfuerzo, mientras él hacía sus bises y yo subía el volumen al máximo no sin antes cerrar a cal y canto todas las aberturas para no molestar a mis vecinos. Es sorprendente lo poco que se necesita para ser feliz.

Nada nos deja más en soledad
Que la alegría si se va

Gracias por existir, Fito. Gracias por haber creado un puente con mi hijo cuando más falta me hacía. Gracias por darnos la infinita belleza de tu poesía, la armonía de tu música.

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