
Te responderé con una referencia histórica, tipo grondonesca, como a mí me gusta. Es que a menudo pienso que los ejemplos de la historia nos enseñan mucho más que cualquier manual sobre management escrito por un gurú corporativo.
Corría el año 1936. Franco se acababa de alzar en Canarias y la República mantenía aún el control de la España continental. La guarnición de Toledo se manifestó en apoyo de Franco y por tanto fue rodeada por las tropas republicanas. Primero intentaron reducirla por sed y hambre, pero no lo consiguieron. Los sitiados comieron los caballos del cuartel y bebían agua de lluvia o su propia orina.
Luego intentaron rendirla a cañonazos, pero los sitiados tapaban los agujeros de los muros con bolsas de arena, carros, osamentas de caballos o cualquier otra cosa.
Finalmente, los republicanos decidieron recurrir a un arma que pensaron no podía fallar. Tomaron prisionero al hijo del jefe de la guarnición sitiada y lo llamaron por teléfono. Le dijeron simplemente que si no se rendía, fusilarían a su hijo.
“¿Puedo hablar con mi hijo?”, preguntó, y al serle permitido hacerlo le dijo a su vástago: “Grite Viva España, y muera como un valiente”. Y cortó.
Pasaron meses y el alcázar de Toledo no se rindió nunca. Finalmente, fue liberado por las tropas del Generalísimo que avanzaban triunfantes sobre toda España. Franco llamó entonces a Luis Moscardó – tal el nombre del tozudo defensor del Alcázar de Toledo- para que le explicara a él y a su Estado Mayor lo que había ocurrido. Todos esperaban relatos épicos, historias de cruda supervivencia que más o menos todos conocían o podían imaginar.
Toda la respuesta de Moscardó a Franco fue “Sin novedad en el Alcázar, mi General”. El hombre había entendido que defender el Alcázar a cualquier costo, era nada más ni nada menos que lo que correspondía, que cumplir con su trabajo. Por tanto, en su lógica, no había motivo para ceremonias, discursos ni medallas.
Cabe aclarar que en el conflicto que desangró a España yo he tomado siempre partido por la República. Pero mi identificación ideológica no me impide admirar el valor y el sentido del deber, aún cuando quien hace gala de esto es el adversario o el enemigo.
Yo siempre he tomado el de Moscardó como ejemplo de vida.
1 comentario:
El nombre del General era José, no Luis. Luis fue el hijo con el que habló en la famosa conversación telefónica, y que fue asesinado antes de acabar la guerra.
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